lunes, 2 de junio de 2008

La Virgen María en la formación de la Iglesia - 4to


· Lee con atención el siguiente texto y resalta las ideas principales:

LA VIRGEN MARÍA EN LA FORMACIÓN DEL PUEBLO DE DIOS
(IGLESIA)
Para llevar al término la obra de la salvación, Dios quiso servirse de la libre cooperación de una criatura humana: La Virgen María. Por eso, desde toda la eternidad, Dios la predestinó para ser la Madre de su Hijo. El concilio Vaticano II afirma: “El Padre de las misericordias quiso el consentimiento de la que estaba predestinada a ser la Madre, precediera a la encarnación para que, así como una mujer contribuyó a la muerte, así también otra mujer contribuyera a la vida” (Lumen Gentium 56).
Para ser Madre del Salvador, María fue dotada por Dios con dones a la medida de una misión tan importante. La trinidad Beatísima quiso que María tuviera la plenitud de la gracia divina. Esta plenitud de gracia hizo que María fuera concebida sin pecado original, que además estuviera libre de pecado, y que fuera por tanto “toda santa”. Por eso cuando el ángel Gabriel fue enviado a la Virgen María para anunciarle el plan de Dios, en el que ella iba a ser la Madre del Salvador, María aceptó de inmediato la voluntad divina; y pudo decir: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra” (Lc. 1,38).
En los evangelios se llama a María Madre de Jesús (Jn. 2,1; 19,25; Mt. 13,55). La Iglesia confiesa en su fe que María es la verdadera Madre de Dios, porque engendró a Jesús, que es verdadero Dios y verdadero Hombre. Cuando Nestorio lo negó, el Concilio de Efeso proclamó esta enseñanza: “si alguno no confiesa que el Enmanuel es verdadero Dios, y por esto la Santa Virgen es Madre de Dios, puesto que engendró carnalmente al verbo de Dios hecho carne, sea anatema”.(Anatemas de San Cirilo I).
Dios también adornó a María con el privilegio de la virginidad. Jesús fue concebido por el poder del Espíritu Santo, sin intervención de varón. Los Padres de la Iglesia ven en la concepción virginal el signo de que Jesús es verdaderamente Hijo de Dios. La fe de la Iglesia confiesa que María fue siempre Virgen, por eso el pueblo cristiano, al invocarla, la llama sencillamente la Virgen, San Agustín, testigo de esta fe de la Iglesia, resume la perpetua virginidad de María de esta manera: “Fue Virgen al concebir a su Hijo, Virgen durante el embarazo, Virgen en el parto, Virgen después del parto, Virgen siempre”.
El 21 de noviembre de 1964, el Papa Pablo VI declaró en un célebre discurso que María es Madre de la Iglesia. En efecto, el papel de María con relación a la Iglesia es inseparable de su unión con Cristo, deriva directamente de ella. “Esta unión de la Madre con el Hijo en la obra de la salvación se manifiesta desde el momento de la concepción virginal de Cristo hasta su muerte” (Lumen Gentium 57).
Desde la Ascensión de su Hijo, María “estuvo presente en los comienzos de la Iglesia con sus oraciones”. “Esta maternidad de María perdura sin cesar en la economía de la gracia hasta la realización plena y definitiva de todos los escogidos. En efecto, con su asunción a los cielos, no abandonó su misión salvadora, sino que continúa procurándonos con su múltiple intercesión los dones de la salvación eterna... Por eso la Santísima Virgen es invocada en la Iglesia con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora”. Por su total adhesión a la voluntad del Padre, a la obra redentora de su Hijo, a toda moción del Espíritu Santo, la Virgen María es para la Iglesia modelo de fe y de caridad. Por eso es miembro muy eminente y del todo singular de la Iglesia, e incluso constituye la figura de la Iglesia.
María fue causa por su obediencia de la salvación propia y de todo el género humano. La muerte vino por Eva, la vida por María. Ella es la nueva Eva, Madre de los vivientes. María Virgen y Madre, es la figura y la más perfecta realización de la Iglesia. La Iglesia se convierte en Madre por la predicación y el Bautismo que engendra los hijos concebidos por el Espíritu Santo y nacidos de Dios. También Ella es virgen que guarda integra y pura la fidelidad prometida al esposo (Lumen Gentium 64).
La Iglesia rinde a María un culto especial, cumpliendo así la profecía: “me dirán bienaventurada todas las generaciones” (Lc. 1,48).
“La piedad de la Iglesia hacia la Santísima Virgen es un elemento intrínseco del culto Cristiano” (Marialis Cultus 56). La Iglesia en María “mira y exalta el fruto excelente de la redención y contempla con gozo, como en una imagen purísima, aquello que ella misma toda entera, desea y espera ser” (Sacrosanctum Concilium 103). La Iglesia en la santísima virgen María llegó ya a la perfección, es ya enteramente santa, “la esposa sin mancha, ni arruga” (Ef. 5,27); por eso, los creyentes que luchan contra el pecado dirigen sus ojos a María (Lumen Gentium 65).


Actividades:

1. Describe cuáles son los ejercicios de piedad en honor a la Virgen María?

2. ¿Por qué es importante la devoción a la Virgen María?

3. ¿Cuál es la afirmación de San Cirilo I?

4. ¿Por qué María es la causa de la salvación?

Del texto que has leído, elabora un resumen y un esquema numérico con las ideas principales.

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