lunes, 16 de junio de 2008

Los diez mandamientos


Lee el texto siguiente, reflexiona sobre los mandamientos y resalta las ideas principales:

DIOS SE SIRVE DE MOISÉS PARA LIBERAR A SU PUEBLO

La liberación del pueblo de Dios se inicia con un acto sencillo y maternal, el de salvar a un niño del odio del faraón. Moisés es educado como un príncipe, sin embargo sale al encuentro de sus hermanos de condición inferior, donde comprueba la vida penosa que llevaban sus hermanos en manos del Faraón.

Así por defender a un Hebreo mata a un Egipcio y huye hacia Madiám donde conoce a Séfora
con la cual tiene hijos e inicia una nueva vida. Allí se inicia los diálogos con Dios, quien está atento a nuestros ruegos, escucha el clamor del pueblo Hebreo esclavo en Egipto. Dios se presenta ante Moisés a través de una zarza que arde, y dice Dios: “Yo soy el Dios de Abrahám, de Isaac y de Jacob”; El Señor se presenta ante Moisés como un Dios amigo, que llama a Moisés para enviarlo a Egipto para liberar al pueblo esclavo.

Así Moisés va a en busca de sus hermanos revestido de la fuerza de Dios y con un cayado en la mano. Al llegar Moisés a Egipto no es aceptado ni escuchado a pesar de los milagros de Dios, el faraón endurece su corazón al punto que Dios muestra su fuerza a través de plagas para que deje a su pueblo libre; sin embargo el faraón se siente superior a Dios lo que molesta a tal punto que envía una última plaga “ la muerte de los primogénitos”, con este hecho Dios da muerte al único hijo del Faraón y esa misma noche Dios pasa y se inicia la celebración de la Pascua que significa el paso del señor, paso de la esclavitud a la liberación.

Esta liberación se hace realidad con la salida del pueblo de Israel del cautiverio de Egipto. A los dos meses de haber salido este pueblo llega al Monte Sinaí donde Dios mora, donde Dios se presenta ante todos y dialoga estrechamente con Moisés y se celebra la alianza de Dios con los hombres a través de la entrega del decálogo a Moisés Para los oídos Cristianos los “diez mandamientos” están cargados de una resonancia muy concreta. Remiten a los diez formulaciones máximas en las que se considera resumido todo lo que debemos hacer para salvarnos, y responden, casi literalmente, al
“Decálogo” entregado por Dios a los Israelitas.

LOS MANDAMIENTOS DE LA LEY DE DIOS


Todos deseamos vivir la felicidad y la buscamos consciente e inconscientemente.
Trabajamos, nos empeñamos con esfuerzo por conseguir una carrera, dinero, diversiones u otras cosas costosas, porque queremos ser felices. Dios nuestro Padre quiere que seamos felices; Él nos ha puesto ese deseo innato que todos llevamos dentro y quiere que lo alcancemos. Para esto nos ha traído al mundo: para que le conozcamos, le amemos y gocemos de Él eternamente. Y para que no nos equivoquemos, Él nos ha marcado el camino: estos son los mandamientos. El que los cumple tendrá la felicidad eterna.
Los mandamientos son de origen divino, pues fueron dichos por Dios con voz potente, y grabados en el corazón de cada hombre.
Los mandamientos enuncian los principales puntos de la ley natural, valederos para todos los tiempos, en todos los lugares y constituyen el fundamento de toda moral individual y social.
Dios los grabó en la conciencia de todo hombre al hacerlo inteligente y libre; por eso los mandamientos son leyes o mandatos que Dios ha dado a los hombres como expresión de su voluntad, y cumplirlas para ir al Reino de los cielos.
Los mandamientos son también llamados “decálogo” porque son normas de vida que Dios da al pueblo para llevarlo a su plena realización en relación con Dios y el prójimo.
Los diez mandamientos de la ley de Dios están divididos en dos partes. La primera parte que comprende los tres primeros mandamientos, que están destinados a amar y glorificar a nuestro Dios Padre.
I. Amarás a Dios sobre todas las cosas.
II. No tomarás el nombre de Dios en vano.
III. Santificarás las fiestas.
La segunda parte que comprende los siete restantes están destinados a amar al prójimo.

IV. Honrarás a tu padre y a tu madre
V. No matarás.
VI. No cometerás actos impuros.
VII. No robarás.
VIII. No dirás falsos testimonios ni mentiras.
IX. No consentirás pensamientos ni deseos impuros.
X. No codiciarás los bienes ajenos.

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