REFORMA PROTESTANTE
Hacia fines del siglo XV la Iglesia había decaído espiritualmente. La Ingerencia de reyes y emperadores en la vida de la Iglesia y las abundantes riquezas de los obispados, la compra de la dignidad episcopal por parte de hombres mundanos, la monotonía de la vida litúrgica, los bienes de muchos conventos, y aun algunos Papas escandalosos que ocuparon la sede de Roma hicieron que la fe y la caridad se debilitara enormemente.
A esto se añadió el Renacimiento pagano que quería reeditar los ideales y la cultura Greco-latina, prescindiendo del espíritu Cristiano.
Esto se debió a la inmigración de sabios, artistas y literatos orientales que huyeron de Constantinopla, en 1453, cuando cayó en manos de los turcos.
Los Papas quisieron orientar este renacimiento cristianamente, y se hicieron escenas de los grandes artistas. Entre ellos están Nicolás V que fundó la Biblioteca Vaticana, Sixto IV, que hizo decorar la capilla Sixtina, Julio II, que comenzó la Basílica de San Pedro, y que fue amigo de Bramante, Miguel Ángel y Rafael, y León X.
Si bien consiguieron cristianizar en gran parte este movimiento con todo el excesivo interés por la cultura y el arte los llevó a descuidar sus tareas espirituales para promover la profundización de la fe y las reformas de las costumbres en el pueblo y dentro del clero mismo.
El esfuerzo de muchos buenos cristianos, monjes y obispos, no llegó a tocar el corazón de los Papas para emprender la reforma. Durante el pontificado de León X (1521), el monje agustino Martín Lutero, hizo una peregrinación a Roma y descubrió el decaimiento moral de la Iglesia y vuelto a Alemania, intentó la reforma.
Si bien muchos de sus planteamientos eran honestos y justos, cayó sin embargo en interpretaciones erróneas de la Biblia y fue elaborando una doctrina muy diferente de la tradicional.
Lo que al Papa le pareció al inicio una “disputa de monjes”, pleitos teológicos por la cuestión de las indulgencias, degeneró muy rápidamente en el problema de la salvación personal, la cual, decía Lutero, se obtiene sin las obras, por la pura gracia de Dios. A esto se
añadieron otros errores como la prescindencia de la tradición oral, la libre interpretación de la Biblia, la negación de algunos sacramentos, desconocimiento de la autoridad jerárquica, etc. A este punto podríamos preguntarnos cómo un monjecito pudo arrastrar consigo naciones enteras de tal manera que miles de hombres abrazaron su doctrina.
Lutero era un hombre que tenía dotes de caudillo. Se ganó fácilmente al pueblo organizándoles una liturgia simple y sencilla de acuerdo a su entendimiento y necesidades religiosas y tradujo la Biblia al Alemán, con un lenguaje popular, pero de gran valor literario.
Además de esto, la situación histórica por la que atravesaba Europa favoreció la rebelión y la ruptura con Roma.
En efecto, políticamente, la unidad del imperio se venia resquebrajando por la ambiciones políticas de los reyes y por el sentimiento nacionalista y de independencia que había nacido en los diversos grupos étnicos. Ahora bien, la dependencia religiosa de Roma se veía como un obstáculo poderoso que impedía la autonomía de estas nuevas naciones que trataban de establecerse.
El elector de Sajonia, Federico, aprovechó la coyuntura que le presentaba Lutero para desligarse del emperador, con la perspectiva de apoderarse de los grandes bienes que poseía la Iglesia.
Este ejemplo lo siguieron los demás príncipes, y fue así que tomando un motivo religioso consiguieron su independencia política. Sentado al principio por Lutero de la libre interpretación de la Biblia, hombres inteligentes comenzaron también a interpretar ésta por
su cuenta y a propagar sus ocurrencias, más o menos sólidamente fundamentadas en la Escritura.
Así surgieron Juan Calvino en Francia, Juan Huss en Praga, Zuinglio y otros.
Y desde entonces las sectas protestantes han surgido innumerables por este simple motivo, cada uno puede interpretar la Biblia a su manera.
Por otros motivos, aunque también políticos y de bajas pasiones humanas, Enrique VIII, llevó a Inglaterra al cisma que fue consumado por la Reina Isabel I, dando origen al Anglicanismo.
Todos estos factores político-religiosos dieron origen a persecuciones en Alemania, Francia e Inglaterra, principalmente.
Esta situación caótica terminó con la paz de Westfalia en 1648 que puso fin a las guerras y a las persecuciones.
Con este tratado se estableció que cada región de Europa tuviese la religión de sus gobernantes. Es el famoso principio: “cuius regio,eius religio”.A pesar de todo, los protestantes experimentaron un sincero y profundo renacimiento religioso y tuvieron una liturgia sencilla y eficaz, tuvieron al alcance los beneficios del amor a la Biblia y de asidua lectura. Estos son valores que ellos conservan hasta la actualidad, aunque muchas veces algunos de ellos caen en exageraciones.
Hacia fines del siglo XV la Iglesia había decaído espiritualmente. La Ingerencia de reyes y emperadores en la vida de la Iglesia y las abundantes riquezas de los obispados, la compra de la dignidad episcopal por parte de hombres mundanos, la monotonía de la vida litúrgica, los bienes de muchos conventos, y aun algunos Papas escandalosos que ocuparon la sede de Roma hicieron que la fe y la caridad se debilitara enormemente.
A esto se añadió el Renacimiento pagano que quería reeditar los ideales y la cultura Greco-latina, prescindiendo del espíritu Cristiano.
Esto se debió a la inmigración de sabios, artistas y literatos orientales que huyeron de Constantinopla, en 1453, cuando cayó en manos de los turcos.
Los Papas quisieron orientar este renacimiento cristianamente, y se hicieron escenas de los grandes artistas. Entre ellos están Nicolás V que fundó la Biblioteca Vaticana, Sixto IV, que hizo decorar la capilla Sixtina, Julio II, que comenzó la Basílica de San Pedro, y que fue amigo de Bramante, Miguel Ángel y Rafael, y León X.
Si bien consiguieron cristianizar en gran parte este movimiento con todo el excesivo interés por la cultura y el arte los llevó a descuidar sus tareas espirituales para promover la profundización de la fe y las reformas de las costumbres en el pueblo y dentro del clero mismo.
El esfuerzo de muchos buenos cristianos, monjes y obispos, no llegó a tocar el corazón de los Papas para emprender la reforma. Durante el pontificado de León X (1521), el monje agustino Martín Lutero, hizo una peregrinación a Roma y descubrió el decaimiento moral de la Iglesia y vuelto a Alemania, intentó la reforma.
Si bien muchos de sus planteamientos eran honestos y justos, cayó sin embargo en interpretaciones erróneas de la Biblia y fue elaborando una doctrina muy diferente de la tradicional.
Lo que al Papa le pareció al inicio una “disputa de monjes”, pleitos teológicos por la cuestión de las indulgencias, degeneró muy rápidamente en el problema de la salvación personal, la cual, decía Lutero, se obtiene sin las obras, por la pura gracia de Dios. A esto se
añadieron otros errores como la prescindencia de la tradición oral, la libre interpretación de la Biblia, la negación de algunos sacramentos, desconocimiento de la autoridad jerárquica, etc. A este punto podríamos preguntarnos cómo un monjecito pudo arrastrar consigo naciones enteras de tal manera que miles de hombres abrazaron su doctrina.
Lutero era un hombre que tenía dotes de caudillo. Se ganó fácilmente al pueblo organizándoles una liturgia simple y sencilla de acuerdo a su entendimiento y necesidades religiosas y tradujo la Biblia al Alemán, con un lenguaje popular, pero de gran valor literario.
Además de esto, la situación histórica por la que atravesaba Europa favoreció la rebelión y la ruptura con Roma.
En efecto, políticamente, la unidad del imperio se venia resquebrajando por la ambiciones políticas de los reyes y por el sentimiento nacionalista y de independencia que había nacido en los diversos grupos étnicos. Ahora bien, la dependencia religiosa de Roma se veía como un obstáculo poderoso que impedía la autonomía de estas nuevas naciones que trataban de establecerse.
El elector de Sajonia, Federico, aprovechó la coyuntura que le presentaba Lutero para desligarse del emperador, con la perspectiva de apoderarse de los grandes bienes que poseía la Iglesia.
Este ejemplo lo siguieron los demás príncipes, y fue así que tomando un motivo religioso consiguieron su independencia política. Sentado al principio por Lutero de la libre interpretación de la Biblia, hombres inteligentes comenzaron también a interpretar ésta por
su cuenta y a propagar sus ocurrencias, más o menos sólidamente fundamentadas en la Escritura.
Así surgieron Juan Calvino en Francia, Juan Huss en Praga, Zuinglio y otros.
Y desde entonces las sectas protestantes han surgido innumerables por este simple motivo, cada uno puede interpretar la Biblia a su manera.
Por otros motivos, aunque también políticos y de bajas pasiones humanas, Enrique VIII, llevó a Inglaterra al cisma que fue consumado por la Reina Isabel I, dando origen al Anglicanismo.
Todos estos factores político-religiosos dieron origen a persecuciones en Alemania, Francia e Inglaterra, principalmente.
Esta situación caótica terminó con la paz de Westfalia en 1648 que puso fin a las guerras y a las persecuciones.
Con este tratado se estableció que cada región de Europa tuviese la religión de sus gobernantes. Es el famoso principio: “cuius regio,eius religio”.A pesar de todo, los protestantes experimentaron un sincero y profundo renacimiento religioso y tuvieron una liturgia sencilla y eficaz, tuvieron al alcance los beneficios del amor a la Biblia y de asidua lectura. Estos son valores que ellos conservan hasta la actualidad, aunque muchas veces algunos de ellos caen en exageraciones.
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